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Una lección tras la partida de mi mami, quien falleció de un cáncer agresivo

La sexualidad, como la concebimos desde este espacio de observancia, invita a organizarnos socialmente para la vida plena y el cuidado de la Red de la Vida, conformando redes de afecto y de cuidado colectivo entre las personas. Ver mas.

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Una lección tras la partida de mi mami, quien falleció de un cáncer agresivo

Paola Santisteban, participante del curso “Observo-analizo-actúo”

Las mujeres tenemos que notar cualquier cambio que ocurra en nuestro cuerpo, si algo sucede tenemos que darle importancia, actuar de inmediato, acudir a especialistas, buscar acompañamiento. Nosotras tenemos capacidad de preguntar e investigar, nunca dejarlo pasar ni atormentarnos solas.

Cuando un médico me dijo, “su mamá tiene un cáncer agresivo, invasivo, progresivo”; en suma, un cáncer de los más malignos que existen. ¿Qué podía decir o hacer? ¿Cómo cree usted que una persona se puede sentir, al recibir esta noticia? 

Transcurridos unos meses de esta experiencia fatal, escribo mi testimonio con el propósito de que pueda inspirar a otras mujeres, en especial, a aquellas que carecen de la prestación de servicios de salud digna que -aunque es un derecho humano- a la mayoría de personas en Guatemala se nos niega. Tal vez, estas líneas pueden ser de utilidad en el nuestro cambio de actitud. 

Mi mami inició con un pequeño lunar, que le provocaba picazón de vez en cuando, tras seis meses su tamaño creció como una canica. Seguía creciendo y aunque me parecía algo que no era normal, tampoco la llevé al médico: gran error, dejar pasar el tiempo por dejadez al menospreciar esa protuberancia. 

Meses después empezó el dolor, justo entonces ella y yo tomamos conciencia y decidimos buscar una consulta, tomando en cuenta nuestra precaria situación económica acudimos a un centro de salud, a jornadas médicas, a Eventos Católicos y otros lugares, escalando ya que por la pandemia Covid-19 no había especialistas en el Hospital Roosevelt. Nos mandaron a hacer varios exámenes, cuyos resultados no nos confirmaban qué representaba esa protuberancia.

Asistimos a citas y exámenes espaciados, compramos cremas y pastillas para el dolor, y al cumplir dos años ese abultamiento alcanzó el tamaño de una naranja grande, de tal manera que a mi mami le causaba cada vez más molestias. Después se reventó, y su herida abierta tenía mal olor. 

Tras conseguir recursos extra, fue posible llevarla a un médico privado, quien por su diagnóstico nos refirió al Hospital del Cáncer Guatemala (INCAN), donde nos confirmaron la sospecha. Fue un duro proceso, hubo que amputarle una pierna y recomendaron seguir con quimioterapia, pero ya el cáncer había invadido todo su cuerpo. Mi mami falleció dos años 7 meses después de que inició este padecer. 

Al analizar esta triste experiencia, concluyo que las mujeres debemos de cuidarnos, tenemos que alimentarnos bien, mantener una vida sana, así como prevenir, estar atentas a cualquier cambio que se presente en nuestros cuerpo, evitar dejar pasar el tiempo sin hacer nada; pero sobre todo exigir un buen trato, efectividad y rapidez. Tenemos que estar convencidas que somos importantes y muy valiosas, tenemos derecho a vivir sanas con dignidad.

 

Foto: Magda Magaly Santiesteban Quiñónez