Concebimos las sexualidades como un conjunto de prácticas, normas, sentimientos, así como relaciones sociales y políticas históricamente construidas, que derivan de la vivencia corporal, sea ésta de disfrute u opresión, en relación con la capacidad erótica y creativa, y la potencialidad para decidir libremente sobre la reproducción humana.
La sexualidad, comprendida de esta manera, invita a organizarnos socialmente para el cuidado de la Red de la Vida, conformando redes de afecto y de cuidado colectivo entre las personas.
En el heteropatriarcado colonial los cuerpos de las mujeres se convierten en objetos de despojo y campos de batalla. La sexualidad es expropiada y convertida en instrumento para el ejercicio de la violencia. Se ha enseñado, sobre todo en Occidente, a desconfiar del poder de lo erótico que deriva de compartir profundamente con otras personas relaciones de gozo, ya sean físicas emocionales, psicológicas o intelectuales.
Se ha inducido a las mujeres a sufrir y a sentirse despreciables. Existe la idea de que lo erótico es un signo de inferioridad femenina.
Defender todas estas capacidades que tienen nuestros cuerpos, los convierte en espacios políticos en disputa, es por ello que ponemos la mirada en los cuerpos humanos y sus sexualidades y en lo que contribuya a erradicar las violencias y disputas que existen sobre estos.
Para este ejercicio de observancia concebimos que la vida debe ser un gusto y que los cuerpos humanos, y en particular los de las mujeres, tienen poderes creativos y creadores. Observamos, denunciamos y proponemos porque partimos de que la sexualidad nos ha dado a lo largo de la historia, la energía para continuar defendiendo nuestros derechos, nuestras libertades y autonomías.