Betsabé Retamal Pulgar

La sexualidad ha sido analizada desde distintas ópticas y por diferentes sectores de la sociedad a lo largo de la historia, sin embargo, han sido principalmente mujeres de diversos orígenes, feministas y disidencias quienes la han situado como experiencia política y pública. Ellas han complejizado su abordaje, tomando en cuenta que la mirada occidental la ha despojado del lugar que ocupa en la vida y la han manipulado para beneficiar los intereses del Estado colonial, patriarcal y capitalista.

Reflexionar sobre la sexualidad desde un enfoque decolonial es muy acertado y sobre todo útil para sacudir aquellos pensamientos y creencias que han ido calando en nuestros pensamientos, discursos, prácticas y memorias corporales de manera cuasi natural durante muchas generaciones.

Ejemplo de ello es comprender que definitivamente no es lo mismo hablar de las experiencias que atraviesan nuestras cuerpas que habitan el Abya Yala o Cemanáhuac con respecto a las que se dan en otros territorios. Tampoco corresponde homogeneizar las vivencias de quienes habitamos estos espacios, sobre todo si reconocemos que el pensamiento y quehacer colonial también es producido y reproducido por nosotrxs mismxs.

Reflexionar desde un piso que cuestiona, analiza e interpela el sistema colonial ha dejado huellas en nuestro sistema psico-corporal, justamente como el inicio de un proceso de politización del pensamiento que revierte el orden establecido por la colonialidad en el que la sexualidad de las mujeres ha sido limitada y marginada a la cuestión reproductiva, y/ o para el goce/ placer/ consumo exclusivo para hombres.

De acuerdo con lo anterior, devolver al centro la sexualidad como eje articulador de la vida -entendida como un todo integrado a nivel material y espiritual-, es dar lugar al reconocimiento y vitalización de los saberes de los pueblos originarios. Esto, indudablemente se traduce en un acto revolucionario, pues quebranta al orden establecido.