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Muchas interrogantes sobre la sexualidad femenina

La sexualidad, como la concebimos desde este espacio de observancia, invita a organizarnos socialmente para la vida plena y el cuidado de la Red de la Vida, conformando redes de afecto y de cuidado colectivo entre las personas. Ver mas.

Muchas interrogantes sobre la sexualidad femenina

Carla Natareno

En pleno siglo XXI, cuando hablamos de sexualidad femenina hay ideas confusas y mitos, sobre todo hay desconocimiento, vergüenza o asco del cuerpo humano.

      Seamos creyentes o no, la religión judeocristiana nos ha atravesado, ha moldeado el pensamiento de la humanidad desde tiempos inmemoriales hasta en la actualidad. Su figura principal es masculina que se manifiesta con la trinidad formada por Dios, Jesús y el Espíritu Santo, tímidamente se asoma la figura de María, el adjetivo que precede su nombre es virgen.

Así, la virgen María ha sido el modelo que la iglesia, el Estado (aunque debe ser laico) y la familia han impuesto como el ideal del deber de ser una mujer: virgen, sumisa, obediente, resignada, sacrificada y cubierta por un manto inmaculado que descalifica cualquier placer corporal. Mientras a los hombres, como los de esa famosa trinidad, se les adjudica la tutela de las mujeres, ellos aplauden las virtudes virginales y ellas no tienen voz ni opción de elegir.

El honor de una familia se expresa en la virginidad de las hijas. Así se han mostrado sábanas manchadas de sangre de la noche de bodas para evidenciar el honor del esposo y la familia. Si alguna actuaba contraria a las reglas de su clan, llegaba el repudio público, así ellas entendieron que debían ser cautas. Sin duda con castigos se impuso la obediencia y el silencio a las mujeres.

        Simone de Beauvoir, mi maestra por excelencia en el feminismo, decía que nadie espera que una joven tenga un despertar sexual abierto, tiene que hacerlo bajo el recato del matrimonio o a escondidas. En contraste, a los jóvenes se les permite conocer su cuerpo, su miembro se vuelve una extensión de ellos, un alter ego, juegan con él. A las niñas, se les prohíbe, se les enseña que tienen que esconder con vergüenza su cuerpo, el recato y el pudor se aloja en ellas.

      Siguiendo con lo escrito por Beauvoir, sobre el despertar sexual de los varones, por presión social se les inicia sexualmente en un prostíbulo. Aprenden que la sexualidad es  algo que deben cumplir para ser hombres, conquistar territorios, ganar fama y respeto, obviando por completo a las mujeres, solo importa su placer y deseos. Luego, son estos adultos que llegan a nuestras vidas, confundidos y sin reflexión alguna.

        Socialmente se espera que el hombre goce de su sexualidad, pero nadie espera que una mujer tenga placer, por el contrario, el cuerpo femenino se entiende en función de  complacer al masculino. La sexualidad de la mujer es un deber social para la reproducción y no para gozar.

Si hablamos de la menstruación, también existen muchos mitos. Desde los griegos, grandes pensadores y filósofos escribieron sobre esto, se jactaban de su inteligencia pero nunca se les ocurrió preguntar a una mujer qué sucedía con su cuerpo cada 28 días. Fue así que se entendió que el flujo menstrual era para expulsar lo sucio que tienen las mujeres. En la actualidad, las toallas femeninas en las tiendas de barrios se esconden como si fueran objeto de contrabando.

De esta manera, las mujeres crecemos con la idea que dentro de nosotras hay algo malo y tenemos que esconderlo con pudor. En lugar de entender que la menstruación nos ayuda a tener una sinergia con nuestro cuerpo, a entender qué días somos fértiles (clave para tener o evitar un embarazo) y conocer el ciclo de la vida.

        Muchas mujeres inician su vida sexual casadas o solteras, sin conocer su cuerpo. Las que se integran por completo a su rol de madre, consideran que la maternidad representa ser una mujer plena. Algunos esposos o parejas, justifican su asistencia a prostíbulos para poner en práctica sus deseos sexuales, “ya que no lo pueden hacer con la madre de sus hijos”. Las mujeres que decidimos no tenerlos, provocamos sospechas, somos juzgadas y cuestionadas.     

Así transcurre la vida de las mujeres, además debemos cumplir con determinados parámetros de belleza. Ellos nos quieren flacas y maquilladas, pero no tanto; tiernas y sexis, pero no tanto; de igual manera comprensivas y dóciles, discretas y recatadas, dispuesta a estar excitadas con el simple hecho de que ellos tengan ganas y sobre todo, somos nosotras las responsables de evitar un embarazo.

        En pocos espacios hablamos sobre nuestro cuerpo, nuestros deseos, a pesar de tener muchas interrogantes: ¿qué hacer para no caer en chantajes sentimentales?, ¿por qué sentimos culpa?, ¿por qué somos juzgadas con tanta severidad?, ¿por qué hemos caído en la trampa que el amor duele?, ¿por qué hay mujeres que no conocen el placer? Todavía nos queda mucho qué recorrer y aprender.

        Para terminar, cito a Betty Friedan, en un fragmento del libro “¿Qué haría Simone de Beauvoir…?”: “…la trascendencia del yo, en el orgasmo sexual, como en la experiencia creativa, sólo puede ser alcanzada por alguien que sea él mismo o ella misma, en su totalidad, por alguien que haya aceptado su propia identidad. El orgasmo femenino existe, es un derecho de la mujer. Hazlo tuyo”.