Cuando los discursos políticos estudiantiles se hacen públicos pero carecen de un falo que los sostenga, entonces son deslegitimados, se recurre a la violencia, a los gritos, se alza la voz, se insulta, en tanto esos machos del rojo, negro y amarillo rechazan las voces femininas. Quizá dentro de estos espacios la palabra violencia aún contenga una fuerza siempre y cuando sea usada contra un Estado o un detractor, pero no cuando se manifiesta contra cuerpos femeninos.
Las violaciones sexuales, la objetivación de nuestras cuerpas, así como el silencio de los mismos violadores y sus cómplices se solapan bajo discursos patéticos de “revolución” y el cómodo rojo, negro y amarillo sirve para camuflagearse y así reproducir esas prácticas. Quizá la nula educación sexual recibida, en la que la prédica del consentimiento está casi desaparecida del diálogo, es la justificación.
Históricamente se nos han negado esos espacios de poder. Así lo describió en 2017 la OEA: “Tanto por actos como juicios continuos contra las mujeres en los medios de comunicación, principales perpetradores de violencia simbólica que, basados en prejuicios y estereotipos, socavan la imagen de las mujeres como líderes políticas eficaces; los mensajes violentos y las amenazas que reciben muchas mujeres que ocupan cargos públicos a través de las redes sociales, que a menudo afectan también a sus familiares; constituyen solo algunos de los terribles actos de violencia que enfrentan las mujeres, por el hecho de serlo, en el ejercicio de sus derechos políticos. Tristemente, esta región ha llegado incluso a ser testigo del femicidio de mujeres por el hecho de participar en política”.
Espero que con estas reflexiones muchas mujeres que quieran estar en espacios políticos universitarios se preparen para asumir con valentía este despojo normalizado hacia nosotras o que esos rojos, negros y amarillos reflexionen sobre esa normalización de la violencia y que de una vez por todas nos dejen vivir nuestro actuar político desde la paz. Vale entonces recordar lo que una enorme amiga dijo: ¿De qué nos sirve un movimiento estudiantil rancio y violento, que tiene como prioridad al hombre hetero-cis como sujeto político?
Sin puritanismos, los espacios de política estudiantil ahora son de nosotras.